Después de la llegada de los europeos a esta parte de los Andes, se producen una serie de cambios y suplantaciones, tanto en las costumbres, ceremonias religiosas, rituales y festividades, con el fin de implantar una nueva religión, aunque esto significara la destrucción de templos, adoratorios, y Wak’as, y asimismo la muerte del que se rehusara.
De esta imposición surgieron nuevos rituales, nueva simbología, nuevas creencias, etc.
Sin embargo, aun después de tantos años, podemos constatar que nuestras comunidades originarias aun conservan la semilla de nuestra religiosidad.
En los Andes existen cuatro momentos importantes en el ciclo vital del maíz como referencia esencial, los que científicamente establecidos constituyen determinados puntos en el tiempo llamados equinoccios y solsticios, durante el lapso de un año, tiempo en el que nuestro planeta gira dando una vuelta entera alrededor del sol.
Entre estos solsticios se distinguen nuestras celebraciones del Inti Raymi y del Qhapaq Raymi, festividades que nuestros antepasados solían celebrar el 21 de Junio y el 21 de Diciembre de cada año, fechas en las cuales el sol alcanza su máxima distancia en su alejamiento del centro equinoccial de la tierra, lo que significa la ceremonia de protección del Padre Sol, el Tata Inti, a fin de evitar que esta deidad suprema se aleje extremadamente de nuestro planeta y, contrariamente, permita la germinación y maduración de los frutos que nacen de nuestra Madre Tierra, la Pachamama, otra de nuestras divinidades supremas.
Conforme a la naturaleza de nuestra cosmovisión, el equinoccio de septiembre simboliza la época de la siembra, tiempo en el que la tierra muestra su máxima pureza y fertilidad, lista para recibir la semilla. Es la festividad del Kuya Raymi, dedicada al agradecimiento a la tierra y al mismo tiempo a la veneración de la feminidad (mujer), porque es ella quien entrega la vida al universo.
Con el transcurrir de los días, las semanas y los meses, la semilla sembrada es alimentada y protegida constantemente por su madre, la tierra, y en sus entrañas, esta semillita sufre una transformación grandiosa, el de la transición de la muerte a la vida, la semilla se transforma y pasa a ser una planta viva, es el momento en que celebramos el renacer de la muerte a la vida, hoy comúnmente celebrado como el día de los difuntos.
Entonces ya cuando la tierra en su desplazamiento sitúa al sol en su extremo derecho, o geográficamente hablando hacia el polo sur, se produce un otro solsticio, el 21 de diciembre. Para este tiempo, la semilla ha brotado del vientre de su madre, ahora ya es una planta, pequeñita y llena de vida.
A este momento y visión los sabios y Amawt´as lo llamaron Inti Qhapaq Raymi, pues la influencia del sol, sumado a la de todo el cosmos renueva la vida a través de las semillas plantadas en el vientre virgen de la Tierra.
El ritual del Qhapaq Raymi o la gran fiesta de la nueva vida, ancestralmente se la celebraba con mayor majestuosidad que en los tiempos actuales. Pues como se trataba de una festividad dedicada a la continuación de la vida, estaba explícitamente dedicada a las nuevas generaciones, a los niños y jóvenes, que luego del gran ritual pasaban a formar parte viva, activa y sujetos de la sociedad en sí.
En medio de ésta imposición de símbolos y creencias, tuvieron que buscar modos para reemplazar estas fiestas con algo que también tuviera gran peso y esplendor material y espiritual conforme a lo que acontecía en este tiempo.
Por ejemplo la Fiesta del Inti Raymi que se celebra cada 21 de Junio fué suplantada por la fiesta católica llamada San Juan.
Igual se hizo con la fiesta del Qhapaq Raymi, que lo celebramos el 21 de Diciembre. Suplantada por la fiesta de la Pascua de Navidad, dedicada al nacimiento del niño Jesús, y que se la debía efectuar los días 24 y 25 de Diciembre.
Vivir en armonía con los movimientos y cambios del cosmos, nos permite encontrar cierto equilibrio con nuestra propia naturaleza, gracias al Sol, tenemos vida, calor, luz, gracias al Sol, las plantas viven y nos sirven de alimento y alimentan a nuestros hijos, gracias al Sol viven los animales, y así como en este Verano las semillas ya germinadas empiezan a nacer, así mismo nosotros renaceremos a un mundo con amor, con unidad, con paz, con tolerancia, solo tenemos que crear ese mundo para nosotros y nuestros hijos, renazcamos cual semillas germinadas!